Estamos viviendo un cambio. Cualquiera que mínimamente se sienta politizado, ligeramente rozado por los aires de la «cuatro te» o simplemente cambió la frase «yo no sé de política» por una postura -incluso firme- sobre lo que pasa a su al rededor inevitablemente tiene que aceptar que está viviendo un cambio.
Han adquirido un valor notorio las palabras ‘cambio’ y ‘verdadero’. Después de tantos años, la gente se sentía sometida y humillada porque los engaños, aunque siempre fueron burdos, lograban conquistar las orejas de algunos. La gente que se resistió a todas las mentiras no solo defendió con cuerpo y alma sus derechos legítimos, también tuvo que enfrentarse al paso del tiempo, con aquellos que comían y bebían del «ahora sí ya viene el cambio».
La ineficiencia era eficaz y el gobierno cumplía con las formas, incumplía con los fondos y se robaba todo. La briba de la que vivieron descaradamente debilitó todas las reglas del juego. La mayoría fue excluida de las decisiones y por mucho tiempo se instauró la burocracia del «pase a la siguiente ventanilla».
La semana pasada aprehendieron al abogado de Enrique Peña, Juan Collado. Y unos días antes el mismo Peña había sido “embarrado” por el abogado de Emilio Lozoya, su ex director de Pemex. Es la nueva política y la gente pide que caigan los expresidente.
Desde nuestra preocupación por la economía nacional sustituyendo los programas chatarra de la mayoría de los medios tradicionales, hasta la conversación más común con allegados, las prioridades del mexicano han pasado de una queja apretada e impotente, al intercambio de ideas, la palabra suelta, la organización y la colectividad.
La vida pública, sumergida en la bruma ha sido rescatada desde lo profundo, se apagó la máquina de humo y la sociedad entera participa en la disipación de los nuevos aires. Se han implementado nuevas políticas, se han estructurado nuevas leyes, se han tomado nuevas decisiones, pero sobretodo eso, se le ha dado libertad a una cantidad importante de gente, libertad para opinar, la libertad de preguntar, la libertad de pensar y derecho a saber.
Por fin surgió un cambio. No la tendencia a funcionar pudriéndose, ni el muerto viviente, un aparato enfermo que apenas caminaba.
Todavía hay mucha gente que se resiste al cambio. “Contreras”, pesimistas y desinformados. También está la oposición, una réplica al proyecto o tal vez otra postura en los fondos. Y los privilegiados, una raza divina que hasta hace poco, era intocable.
Cayó el régimen, cayó Lozoya, cayó Collado e irán cayendo las cosas por su propio peso. El pueblo por fin grita, y con su grito viene el hambre, de saber, de pertenecer, de cambiar. Seguirá la renuencia, pero el cambio es inevitable.