Durante décadas el sistema político mexicano legítimo el poder en manos de una minoría que a través de elecciones consolidaba su hegemonía económica y política.
La tiranía de los números se materializaba con la concentración de la riqueza y democracia representativa a través del modelo del presidencialismo y el partido único.
«En una democracia se pierde o se gana por un voto», decían para validar elecciones y con ese argumento perdieron ante 30 millones las pasadas elecciones.
La democracia en México mostró su principal activo que no sólo fue el número, sino el valor. Esta vez no votó la insensatez de los gobiernos anteriores.
El vuelvo democrático no sólo se limita a la elección de representantes, que está vez mandan obedeciendo y representan la voluntad de los ciudadanos.
Es la democracia directa o participativa la que tanto les asusta. Por vez primera, los ciudadanos ya no están al margen del poder público y se involucran en la toma de decisiones. Las consultas que propone el Presidente de la República, previa información y debate informado de temas relevantes (como el nuevo aeropuerto) son signo de apertura.
La pirámide está invertida, el poder no está en manos de unos cuantos que decidían por todos. ¿Quién habrá sido el último Presidente mexicano que pidió voto a mano alzada? Si, como en la democracia pura de las asambleas griegas.
Dice el diccionario de la real academia española acerca de la democracia:
» 1. f. Forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos.
3. f. Doctrina política según la cual la soberanía reside en el pueblo, que ejerce el poder directamente o por medio de representantes.»
El poder paso al pueblo, así que vamos a informarnos, generemos un debate abierto e informado, votemos en las consultas y alzemos la mano en las asambleas ciudadanas.