Por Rogelio Benavides
Ha transcurrido un mes y medio desde que la doctora Claudia Sheinbaum asumió la presidencia de la República y los medios de comunicación están promoviendo una narrativa que distorsiona la realidad del país. Esta campaña, que ya había sido sembrada durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, persiste con fuerza, buscando desacreditar un legado que, lejos de desvanecerse, sigue marcando el rumbo del país.
La labor de los medios ha sido, en muchos casos, la de mantener vivas las «cortinas de humo»: situaciones aisladas, escándalos y casos sensacionalistas que alimentan el relato de un país en crisis. Sin embargo, esta retórica no refleja el panorama real de la mayoría de los mexicanos, quienes seguimos luchando contra los poderes fácticos a través de la Reforma Judicial y otras reformas de gran calado que la sociedad respaldó con amplio margen el 2 de junio.
Las reformas de Andrés Manuel López Obrador, aunque ya fuera del gobierno, siguen siendo el tema en las mesas de debate. Su administración no solo enfrentó una batalla contra las élites políticas, mediáticas y económicas, sino que logró sentar las bases para una transformación profunda en la vida pública y social del país. No es casual el todavía recurrente ataque al peje que a veces raya hasta en lo absurdo.
No podemos perder de vista lo que realmente ha cambiado. México está en plena construcción de un nuevo rumbo, uno que comenzó en 2018 con una sacudida, primero al aparato del Estado, en particular al Poder Ejecutivo, y luego a empresas y grupos con intereses particulares que coptaron al poder hasta enquistarse en la ley. Es decir, en 36 años, fueron poco a poco apoderándose de los espacios de decisión hasta legalizar su atraco con sus reglas y a su modo. Es nuestra responsabilidad como ciudadanos poner en claro que muchos de los logros y avances significativos en materia legislativa. Por ejemplo, la eliminación de las pensiones a los expresidentes y la drástica reducción del gasto público, particularmente en lo que respecta a los altos sueldos de la burocracia, no son detalles menores. Estos cambios no solo marcan una diferencia en la administración pública, sino que también envían un mensaje claro de que México está construyendo un nuevo rumbo.
La Reforma Judicial es otro de los logros importantes de la administración de López Obrador, porque obliga a jueces, magistrados y ministros a cumplir con la ley, en otras palabras: ya no recibirán los exorbitantes sueldos y pensiones, ya no serán designados por amigos, compadres o socios; ya no podrán tener a 64 miembros de su familia dentro de la nómina; y ya no serán juez y parte en los más de 38 mil casos en que hubo quejas en contra de funcionarios del Poder Judicial y solo fueron resueltas y fueron sancionados 472 jueces.
En el terreno de las grandes obras de infraestructura, proyectos como el Tren Maya no solo se medirán por sus números, sino por su impacto social y cultural. La conexión de este tren con los pueblos del sureste mexicano, uniendo a comunidades emblemáticas de las majestuosas culturas originarias, es un ejemplo de cómo la inversión en infraestructura puede ser un motor para el desarrollo de nuevas oportunidades, no solo a nivel local, sino global. El sureste tiene mucho que ofrecer, tanto en términos turísticos como culturales, y el Tren Maya es una pieza clave para ponerlo en el mapa mundial.
No se puede ignorar, además, el programa «Sembrando Vida», que ha reforestado más de un millón de hectáreas de árboles maderables y frutales en diversas regiones de México y ha generado cerca de 450 mil empleos. Esta iniciativa, que combate la deforestación y promueve la sustentabilidad, tiene ahora un nuevo alcance internacional. La presidenta Claudia Sheinbaum propuso una reducción del 1% en el gasto militar para financiar este programa de reforestación y fomentar la paz. Sin duda, el legado de López Obrador es solo la base de una nueva política que se llama Humanismo Mexicano y Claudia con toda la responsabilidad, lo expone en el G20 como la gran oportunidad de reducir la violencia, mitigar el hambre y la migración con empleos que combaten directamente el cambio climático.
Es claro que México está viviendo un proceso de transformación que no puede ser ignorado a nivel mundial. Aunque los medios sigan intentando crear una narrativa de violencia y desgobierno, el verdadero reto para los ciudadanos es defender este legado y asegurarse de que las reformas y avances conseguidos no se diluyan en medio del ruido político ya sea de adentro o de afuera y muy al contrario como lo hizo Claudia en el G20, exponer y ser vanguardia por las políticas orientadas al bienestar del grueso de la población y no de un puñado. México ya cambió, y aunque los desafíos persisten, el rumbo trazado desde 2018 es claro y contundente.