Cada 10 de octubre, celebramos el Día Mundial de la Salud Mental, una fecha que nos recuerda la importancia de cuidar nuestro bienestar emocional. En un mundo cada vez más acelerado y exigente, la salud mental no debe ser vista como un lujo, sino como una necesidad fundamental para nuestra calidad de vida. Al igual que la salud física, nuestra salud mental tiene un impacto directo en nuestra felicidad, productividad y relaciones personales.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que más de 300 millones de personas en el mundo padecen depresión, un trastorno que, hoy por hoy, es la principal causa de discapacidad psicosocial. Además, los trastornos de depresión y ansiedad tienen un costo económico alarmante: se calcula que estos trastornos le cuestan a la economía global alrededor de 1 billón de dólares al año debido a la pérdida de productividad. Esta cifra no es solo un número frío, sino un claro reflejo de cómo la salud mental afecta nuestra vida laboral, familiar y social.
En México, el gobierno federal ha comenzado a poner atención sobre la salud mental en el ámbito laboral. Si bien la estabilidad económica es un pilar para nuestra salud mental, las situaciones de crisis, como la pérdida de empleo, pueden generar altos niveles de estrés, ansiedad y depresión. Sin embargo, el regreso al trabajo o la recuperación económica suele traer consigo una sensación de estabilidad, de que las cosas van mejorando. Pero, ¿qué sucede cuando esa estabilidad no llega? ¿Qué pasa cuando el estrés y la ansiedad no se deben solo a factores externos, sino también a la falta de herramientas para gestionar nuestras emociones?
La parálisis cognitiva y fisiológica que causa la ansiedad y la depresión puede ser abrumadora. En muchos casos, quienes atraviesan por estos trastornos se sienten perdidos, atrapados en un ciclo de pensamientos negativos que parecen no tener fin. El problema se agrava cuando no contamos con el conocimiento o las herramientas para reconocer estos síntomas a tiempo y buscar la ayuda adecuada. La salud mental, por tanto, no solo implica un estado de bienestar, sino también la capacidad de autodiagnosticarnos y buscar soluciones de manera preventiva.
Por eso, reconocer la importancia de la salud mental y actuar en consecuencia es fundamental. La reflexión personal es el primer paso para comenzar a cuidar nuestro bienestar emocional. Nos conviene hacer una pausa y preguntarnos: ¿Cómo estamos hoy? ¿Estamos gestionando nuestras emociones de manera saludable? ¿Nos estamos permitiendo el espacio necesario para sanar?
La salud mental es un tema que nos concierne a todos. No podemos esperar a que la vida nos sobrepase para tomar medidas. Es hora de reflexionar, de abrir conversaciones y, lo más importante, de cuidar de nosotros mismos. Solo así podremos alcanzar un bienestar integral que nos permita vivir de manera plena, tanto en lo personal como en lo profesional.
Raúl Tafoya