«Un mundo sin poesía, es nada». Un mundo sin argumentos, sin ejemplo, sin batallas… tampoco.
Sólo detrás de levantarse una y otra vez, hay un extraordinario acto de voluntad. También se pueda hacer poesía cuando se dice haciendo.
La vida de Andrés Manuel sigue siendo un éxodo continuo a la esperanza. Un mundo sin poesía es nada. Lo dijo ayer el Presidente durante la conmemoración de los 100 años del natalicio de Amando Nervo.
Se puede leer su vida en un verso. Todo lo hecho es un acto de fe y de amor al otro. Los tiempos son distintos, no hay miedo a las palabras, ni a la poesía. Un Presidente y escritor, (que tuvo como referente de su vida a Carlos Pellicer) lee y habla de poesía.
Todo yo soy un acto de fe.
Todo yo soy un fuego de amor.
En mi frente espaciosa lee,
mira bien en mis ojos de azor:
¡hallarás las dos letras de FE
y las cuatro radiantes, de AMOR!
Recitó el verso de su vida.
En su continuo andar, en los tiempos más difíciles del movimiento, creo que solo la fuerza interior puede ayudarte a continuar y a «asímilar las derrotas, insistir, resistir, avanzar, volver a perder, reincorporarse, recomenzar y así hasta la victoria final…» la fórmula para no decir adiós a la esperanza.
Pero el poema de Amado Nervo continúa:
Si vacilas, si deja un porqué
en tu boca su acerbo amargor,
¡ven a mí, yo convenzo, yo sé!
Mi vida es mi argumento mejor.
Todo yo soy un acto de FE.
Todo yo soy un fuego de amor.
La vida de AMLO (y la de muchos que lo acompañaron) es su mejor argumento. Se puede hacer poesía, cuando se dice haciendo.
AMLO no es un luchador social, es un poeta.
¡Qué viva la poesía!